EN EL FONDO AZULOSO DEL AGUA HUMEDA

En el fondo azuloso del agua húmeda amanecía mi sueño en medio de la noche y yo te veía, y tu volabas, y era como en un día de sol en que las nubes nos cubrieran del todo y los granizos nos obligaran a refugiarnos apenas al lado de las inmensas rocas o peñascos y sí; como tú sabes, proseguíamos, nos volcábamos a nosotros mismos, íbamos en pos del camino, hacia el perdido glaciar, hacia la altura más ignota y volcánica, hacia donde se encontraban en el suelo pequeñas piedras como hechas de vidrio rojizo. Yo amaba tus sueños en los que no había distancia, en que no había ninguno de estos espejismos, en los que todas las situaciones simplemente sucedían como si frente a un espejo. Y entonces las tres ancianas en su oscura y simple morada, cantando y riendo, bailando alrededor del fuego. No temáis, mi sombra eclipsa los ríos, el mar, la búsqueda y el misterio. Pues para explicarte debo preguntar: ¿En cuántas hojas de los árboles, esos más grandes y profundos, has encontrado grabado tu nombre de madrugada y trayendo una carta reescrita, de un modo que no pudieras olvidarlo, del modo que se te repitiera la misma imagen frente a los ojos, al abrirlos bajando desde la montaña, ya a la altura de los espesos bosques en la noche? ¿Qué puedes decir de aquel fuego? De aquel vuelo secreto por las fronteras de lo incognoscible, de tu mano detrás de los ríos dejando gemas de colores escondidas entre la arena, para el que viniera a posteriori, para el que poseyera la clave de reconocimiento. De aquel que soñara ser yo en un tiempo. ¿Ves? aunque pregunte, no es fácil explicar.