martes, 2 de agosto de 2022
Y SI FUERA CIERTO
viernes, 17 de septiembre de 2021
DESDE EL FONDO DEL MAR
Desde el fondo del mar,
Un niño solitario te esperaba.
Lo decían incesantes las olas,
En los postes el viento lo gritaba.
Yo en la ciudad perdida errante y sonámbulo
Y tú en medio de densos bosquedales adormecidos.
De ello no nos dábamos cuenta, simplemente pasábamos.
Hacía falta que la falta hiciera sentir su peso inmensurable.
Que el óxido royera el acero irrompible de metálicos pilares.
Y que la lengua infinita del océano limara las negrecidas rocas.
Más allá del último, más cercano que contiguo, por encima del cielo.
Por debajo del fondo sumergido, más adentro aún que en el centro ígneo.
Por lejanos montes ateridos, llovidos de glaciares deambulábamos penitentes.
Nuestras lágrimas eran las de ciegos que caminaran sin cuidado ya sobre el mar.
Y bastaría que nos diéramos uno con el otro casi sin darnos cuenta.
En medio del silencio oscuro al que habíamos concurrido sin saberlo.
Sin más motivo que conocer el verdadero rostro del miedo iluminado.
Que sentir las tibias manos de nuestra la más elocuente alegría riendo.
Sólo por ser lo que fuimos, sólo por este momento eterno bajo el tibio sol.
Sólo por el permanente invierno de las almas iluminado en que nacíamos.
Y que vivíamos siempre, cada vez, sin futuro prometido, tendida la mano.
Elevada la torre a nuestra espalda, silente, alta como ese sueño guardado.
Para venir cayendo en medio del más brillante arcoíris, bordado de luces.
Rodeado de centellas vivientes, en el más esplendido paso al lado inicial.
Cual semilla que realiza su volátil primer y último viaje en pasos del aire.
Para guardarse en la más amada madre dulce y eterna.
Sólo por eso que yo decía ser o no ser, hacer, tener; o mejor simplemente.
Hallar el centro o alma
sentimental de todos los hechos y acontecimientos.
La emoción que se esconde como la semilla, o cuesco de la brillante fruta.
Y que le brinda su razón de existir en esta paradójica trascendente ilusión.
En que nos encontrábamos diariamente sin saberlo, sin vernos, sin oírnos.
Como un par de ciegos iluminados frente a dos mares distantes de pronto.
Sorprendidos en el acto de no
dudarlo nuevamente cuales restos de ciudades y de edificios.
Amor oscuroso decía, no es logro. ¿Más qué saben, de estas luces aquellos?
Luminuro decía entonces y es mi día y salía a nuestro encuentro entre los prados.
martes, 13 de abril de 2021
DIME QUE VES
Dime qué ves, dime si es el día o una cosa diferente, háblame de las palabras, si tienen sonido o si vibran como un color, y respecto a los caminos, si suben o si entran en espesuras vegetales.
Como amamos el agua, como amamos nuestra sed.
En el piso número uno del edificio más alto, con un letrero en blanco entre las manos, esperamos llover.
Esperamos descomponer la quinta partícula fundamental universal con la sal de nuestros cuerpos.
No tenemos más ojos ni manos por los que intercambiar los objetos que suben a mostrarse cada tarde por el lado sur del horizonte.
Y que existimos no en, sino al través.
¿Recuerdas cuando llegaste por primera vez? Venías con el número anotado en una mano, habías estado en el parque antes, pensando, esperando el instante adecuado, esperando que se te pasaran los nervios. El cielo estaba nublado ¿Lo recuerdas?
Como expectante, parecía que iba a llover en cualquier momento.
Las palomas del parque son lentas, tranquilas pero ágiles, se mueven como pedros en su casa (que en realidad lo es), por el piso de tierra endurecida y maicillo, se acercan a los bancos, se pasean al lado de tus pies inquietos.
¿Has leído de tus sueños a veces?
¿Te has encontrado sentado largas horas en alguna esquina cerca de una casa, vagando por las aceras frente a las ventanas donde debe haber alguien que te conoce, en callejas solitarias bajo un débil sol de mediodía? SÍ, el ajetreo de la calle abajo es un perfecto reloj, así como el sol cuando no está nublado, se puede saber la hora según lo tupido de la gente, de doce a una es inconfundible.
De repente alguien alza la cabeza y dirige la vista justo hacía nosotros, eres tú con tu bolso mochila café afirmado al cuerpo con ambas manos, en actitud meditativa, no sabías que íbamos a estar mirando justo a esa esquina donde termina el parque claro, no demuestras sorpresa sin embargo al constatar el hecho; es posible que de esto nada nos deba sorprender, después de todo, en el fondo lo esperábamos, no hay asesinos en los parques, lo sabemos, las palomas pueden estar en paz, el ascensor con sus espejos te convierte en espectador de tu acontecer, tu quisiste que las cosas fueran así, alguien lo quiso.