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domingo, 16 de marzo de 2014

EN LA ESTACADA















Ellos huyen en la inmensa amplitud; yo no tenía mucho tiempo que perder,  a diestra y siniestra, les decía.
Por la estrecha franja cruzan a todo dar y mi mirada va detrás, pero yo estoy quieto, como en la estacada.

No puedo dejar de escuchar las alarmas y ver como de un momento a otro, el
lugar es la inseguridad, quema los pies, vibra el aire, la soledad se enseñorea.


Mi mente escapa con ellos, se deshabita, se asemeja a un páramo rojizo,  pero permanece en el mismo sitio anclada, no puedo dejar de contemplar el mar como se retira como un arco tensado, aún desde  un punto de vista tan inverosímil como lo es el de un trapecista, no puedo menos que tenerlo presente, mi casa no está en las alturas, mis ojos se nublan fácilmente.

Algo diferente les pasa a mis ojos
Es otra la palabra.

Ya nadie recuerda la huida intempestiva de la playa calcinada, sombras recortadas frente al horizonte llameante, alcanzando las calles más elevadas.
Creen haberla dejado, y han de volver.

Yo estaré esperándolos
Yo que nunca me fui.



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