Invadido por el azul,
mis labios pregonan hechos aún pendientes de nuestro anteceder, y digo: Solo
los árboles sueñan con su pequeño y denso atardecer; sólo las luces se encierran entre sus propios
y oscuros matorrales y sólo nuestro Estige es
un río que nunca existió.
Esas nuestras diminutas manos son nuestro exclusivo e imperecedero
encantamiento al hablar, o baluarte también dadas las consabidas ondulaciones y dicho está: “Nadie
llora por estar libre del error, todo acto, es peso y contrapeso”.
Y yo, cadente, surgiente,
en lo más alto sumido, en fin ensimismado también y flameante y henchizado, porque no; de aquellas
luces que tú también conoces, de esas dos formas de naturales y armadas fosforescencias,
nocturmido y emergido. Invadido por el azul, azulmado; mis labios pregonando
silencios proféticos.
Sólo las luces
oscuras de los lagos hondos pueden contener toda aquella sabiduría de que tú hacías
gala en los cañones montañosos, que insistías de ver en aquellas praderas verdes interminables de cielo,
en aquellos profundos mares sin orillas en que avanzabas una a una con una luz
en tu recuerdo.
Y yo aquí estoy para
pedirte una vez más, ahora que tú eres, ahora, que la sombra nos cubre del
estío, ahora que el sol es más abundante, y ahora que ni mi mal llamada mente
puede interponer su manto, ahora es que estoy de frente, como siempre, como una
selva en el centro de la tormenta, hundiendo mis raíces en el fondo de la
arena, inamovilble, adormecido y despierto una vez más, como siempre, como un
látigo, ya sabes.
No. No eran esos los tiempos de las auroras boreales, ni estaba en tus labios el fulgor de las luciérnagas lejanas, no eramos verdaderamente como nosotros entonces, sino en nuestros sueños.
Y yo, como sabes, no vendía más que plataformas de despegue desplegables, munificencias adentradas, especies de soportes insustanciales, lenguas, materias intraterrenas, silbidos de desierto. ¿Como querías entonces que fuese capaz tantas veces, de volver la vista atrás?
En el centro del mar hay una estatua, una figura sin forma y como un faro, que demanda nuestro barcos y nuestras cosntelaciónes, y yo camino lentamente, avanzamos comparablemente, aunque tu llevas una flor como un pájaro blanco.
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